viernes, 3 de septiembre de 2010

EL CORAZÓN DE LA POBREZA

                                     



viernes, 27 de noviembre de 2009

SOCIOLOGÍA POLÍTICA: Pensar la Guerra. Reflexión de “Cinco estudios morales”. Umberto Eco.

"Un profeta indio, Smohalla, jefe de la tribu wanapum, se negaba a trabajar la tierra. Estimaba que era un pecado herir o cortar, desgarrar o arañar a “nuestra madre común” con los trabajos agrícolas. Y añadía: “¿Me pedís que labre el suelo? ¿Voy a coger un cuchillo y a hundírselo en el seno a mi madre? En tal caso, cuando esté muerto, no me recogerá en su seno. ¿Me pedís que cave y arranque piedras? ¿Voy a mutilar sus carnes para llegar hasta sus huesos? En tal caso, yo no podría entrar en su cuerpo para nacer de nuevo. ¿Me pedís que corte la hierba y el heno y lo venda para enriquecerme como los blancos? Pero ¿cómo me voy a atrever a cortar la cabellera de mi madre?" (James Money, “The Gost-Dance religión and the Sioux Outbreak of 1980”, Annual Report of American Ethnology, XIV, 2, Washington, 1896, págs. 641-1.136, págs. 721-724. Información obtenida del libro de Mircea Elíade “Lo Sagrado y lo Profano” Paidós Orientalia, Barcelona,1998, pág 103).

Resultaría casi imposible imaginar a Smohalla tomando parte activa en la acción agresiva de herir o matar a otro ser humano, pues ¿cómo podría matar a uno de los hijos de su madre? ¿cómo podría deshacerse de su hermano, al que su madre parió con enormes dolores? La barbarie en los siglos XX y XXI por primera vez acontece bajo un manto de absoluta tranquilidad de conciencia, bajo ese sentimiento de impotencia tan característico en todos nosotros, dejamos pasar inadvertidos todos y cada uno de los monstruosos acontecimientos que hoy en día conforman nuestro mundo, y a los que respondemos con un escalofriante silencio, a pesar de sus fuertes aullidos de auxilio y pánico.

Tal y como Umberto Eco escribe al comienzo de este escrito, todas estas reflexiones deberían valer aun con más potencia en el caso en el que la Guerra permita conseguir los fines que se propone, ya que es de esta manera, como en todas las conciencias se instaura sutilmente la abominable idea de la funcionalidad de la violencia, parafraseando a Eco, con V mayúscula. Quedan ya pocas posibilidades para la supervivencia de la Teodicea, porque ésta, junto con la Ética, ha conseguido que el mal quede resguardado por el manto de Dios, y asumido por los hombres por designio divino. Desde un punto de vista ético, el mal consciente y deliberadamente ejecutado por alguien, es sufrido por otro alguien. Por lo tanto, ni Dios podrá convertir al culpable en no culpable, ni al doliente en virtuoso. A lo que habrá que añadir, que, o bien el mal no existe, o bien, Dios es malo. Dios, que gracias a la supervivencia de la Teodicea se ha convertido en el mayor albergador del mal, en el motivo por el cual, el mal, está justificado ante los ojos de los hombres. Por tanto, debemos en primer lugar acabar con la inefable relación entre Ética y Teodicea, para que el problema del mal deje de encontrar resguardo. En este momento, la Guerra, se autoproclamaría tabú.

Sin duda, como escribe Eco respecto a Foucault, el poder ya no es monolítico y monocípite, es difuso, está parcelado. Añadiremos más, no sólo es el poder el que se ha visto difuminado, sino también la figura del culpable. Las estructuras operan en el mal, el hombre forma y conforma estas estructuras, y por lo tanto, desde su impasividad, desde su impotencia, el hombre hace el mal, convirtiéndose en su cómplice. Esta confusión, esta impotencia, consiguen que no sepamos discernir entre dónde está el bien, y dónde el mal, y por lo tanto, la imposibilidad de saber lo que uno hace cuando lo hace.

El hombre contemporáneo se ha quedado antiguo a ojos de la técnica, obsoleto emocionalmente, analfabeto y emocionalmente enfermo gracias a ella. Un ejemplo significativo sería la inexistente correlación entre el hecho de apretar el botón que posibilitó el lanzamiento de la bomba atómica sobre Hiroshima, y la responsabilidad inmediata de asesinar a más de 200.000 personas. El piloto norteamericano Paul Tibbets que tripulaba el Enola Gay, se volvió loco por apretar aquel botón, pero ¿acaso no será el mundo el que está loco por no haberse vuelto loco después de Hiroshima? Por esta razón, las estructuras nos trascienden, el capitalismo y la tecnología necesaria para la expansión de éste, se han convertido en enormes leviatanes inalcanzables y terroríficos que mantienen sometido al hombre.

Occidente vive en un estado de alerta permanente, el miedo está totalmente inmiscuido en nuestras raíces sociales. De este hecho se desprende, que la Guerra, pueda aun hoy, y a pesar de su completa inviabilidad en todos los aspectos, naturales y humanos, encontrar adeptos dispuestos a ofrecer justificaciones fundamentalistas y fundamentadas en el temor al horror. El único horror posible es la muerte deliberadamente planeada, ya no sólo de millones de personas que mueren cada día a causa del hambre y la Guerra, sino de nuestro planeta. Los intelectuales que no protejan esta verdad, se habrán convertido en profanadores de tumbas, y serán aplaudidos, escuchados. Los que la protejan, se hallaran ocultos en las sombras, en absoluto silencio, su voz aun no ha encontrado el audímetro necesario para hacerse escuchar, y su música, será tachada de haberse convertido en un sonido estridente.


Memory Babe.